Nací en una familia científica, mi padre médico gracias a mis abuelos que con mucho esfuerzo le pagaron la carrera en la Universidad de Chile, con un quiosquito en el muelle de Tocopilla. Mi mamá, profesora hija de una Chilena casada con un Chino y un hermano (mi tío) que perteneció al MIR y fué torturado y exiliado en los años de la dictadura Chilena. Quizás debido a este doloroso quiebre en su historia, mi madre siempre quiso una familia unida, por lo que se dedicó a nosotros, los hijos, debido al exigente trabajo de mi padre en el hospital.

Mi infancia pasó entre hospitales, libros, pueblitos perdidos en el norte, playa, viajes a través del desierto, cielos nocturnos estrellados, silencio, viento de la pampa y una vida sencilla de pueblo minero alejado de la ciudad. Crecí entre la Oficina Salitrera Pedro de Valdivia y Tocopilla.

A pesar de las buenas intenciones de mis padres, mi familia tenía una dinámica disfuncional. Un padre de carácter distante, que trabajaba mucho, con tendencia a la infidelidad matrimonial y una madre que debido a esto y sus propias heridas de infancia no tratadas, al parecer desarrolló problemas sicológicos. La inestabilidad que ofrecían mis padres en esta época, me produjo crisis de ansiedad, depresión e ideaciones suicidas, problemas alimentarios. Unidos al Bulling, los cambios de residencia constantes y lo propio de la adolescencia no me hicieron las cosas fáciles. Terminé mis estudios de enseñanza media en un colegio católico y al parecer esto fué un elemento protector, ya que pertenecía y participaba activamente en actividades de Comunidades de Vida cristiana CVX, de orientación Jesuita. 

En esos años mi madre, pasó de ser una persona mística, libre pensadora ex-juventud masona, meditando debajo de una pirámide de cartón, haciendo sesiones de espiritismo en la adolescencia y creyendo en ovnis, a ser una ferviente practicante católica-apostólica-romana.

Debido a esto, mi educación fué científica, crítica y muy ecléctica y cuando fué mi turno de estudiar, elegí Enfermería en la Universidad de Chile, siguiendo el alma de mi familia y mi deseo de "ayudar" a la humanidad. Ya en la universidad también continué ligada a la espiritualidad asistiendo a la vicaría universitaria, en esos años estaba Fernando Chomalí como cabeza, con quién, como grupo éramos cercanos.

Trabajar como enfermera fue una etapa hermosa de mi vida, donde aprendí del ser humano, sus luces y sombras. Lo bello del trabajo de cuidar a otros, el compañerismo, la esperanza, los actos de amor y entrega más allá de lo posible; que se contraponen con la muerte, la envidia, el maltrato laboral, la desesperanza, la falta de recursos y la enfermedad laboral. Fué una etapa de mucho aprendizaje, dolor, amor y entrega. Donde uno pone, muchas veces, su propio bienestar y el de su familia en un segundo plano, por amor a la profesión y a otros.

Sentía que al tratar las enfermedades físicas había "algo" que faltaba. Detrás de cada dolencia física, siempre había algo espiritual que no se abordaba; sentía que no era suficiente mitigar el dolor físico. Sentía que había un dolor, no menos importante, un dolor que no se ve a simple vista. El dolor del alma, muchas veces reflejado en los cuerpos, en las mentes o las historias familiares de los pacientes que conocí. Así vi cómo, por ejemplo, muchas mujeres se operaban de cáncer de mama, sin embargo, sus dolores continuaban enquistados en su corazón o alguien con problemas respiratorios tenía grandes penas en su infancia. O mi paciente con cáncer gástrico que a punta de sanaciones en su hogar vivió mas tiempo del pronosticado y murió sin dolor rodeado de quienes lo amaban.
Todo esto me hacía confirmar lo que ya en ese tiempo presentía y por otro lado mi formación profesional me enseñaba; que nuestro estado interior se refleja en nuestro cuerpo físico. Que somos seres "Biosicosociales y Espirituales", tal como mencionan teóricas como Florence Nightinghale, Madeleine Leininger, Jean Watson, Martha Rogers, Mira levine, entre tantas otras, quienes hablaban que interactuando desde nuestra alma con diferentes grupos a los que pertenecemos mantenemos o predemos la salud. Aprendí y ví que los dolores que se arrastran durante generaciones en las familias, son cuna de enfermedades graves, por ejemplo.

Finalmente tuve una gran crisis existencial. Mientras perdida en mi historia personal, de pareja y como madre. Ocurrió un hecho que me marcó y detonó varios años de oscuridad; el femicidio de mi amiga y técnico paramédico -Marcela-. Creo que hay un antes y un después de eso. Fue mi "Noche Oscura", acompañado de una profunda y oscura depresión. Finalmente nos separamos con mi esposo y me fuí a vivir sola con nuestra hija, me busqué otro trabajo sin turnos, me enamoré de otro hombre, salí con otros y esencialmente me dediqué a cometer muchos errores en una búsqueda inconsciente de algún sentido de mi vida. Pasé un año de crecimiento, errores y soledad. Hasta que la vida nos tomó de la mano y nos llevó nuevamente a formar un hogar. 

En el 2005 me inicié en mi primer nivel de Reiki y comencé a estudiar Flores de Bach. Pero el trabajo aún representaba para mi algo que me absorbía por completo, siempre estaba cansada, con sueño, enojada todo el tiempo. Ya no quería ir al hospital, ya no quería hacer más turnos. Y llegó la explosión... comencé a hacer cambios drásticos.